LA VIDA ES UN CASINO: DON, AZAR, TALENTO Y ESTRATEGIA
Todo comienza con la fascinación. La historia de los juegos de azar es la historia de la humanidad fascinada por lo enigmático, por lo que está “más allá de nuestro campo de visión”; es la atracción hacia lo desconocido que nos permite, ocasionalmente, creer que somos especiales, que tenemos algún don que nos pone en estrecha relación con la suerte; que hay factores más allá del talento y de la técnica para adivinar un color, una fecha, un número o el momento adecuado para efectuar acciones u omitirlas; o nos hace pensar incluso que la posesión de ese talento, o el dominio de esa técnica es precisamente en lo que consiste dicho don… o buena suerte.
Esta magia va más allá de saberse correcto en una respuesta, va más allá de la consecuencia de una decisión. Tal magia es creada a partir de la excitación de elegir una opción, escoger un color, una carta, un número o un nombre justo antes de saber la respuesta, antes de saber si la decisión se tomó correctamente, o si la omisión respondió a un presentimiento fiel… Es la fascinación de la expectativa.
En el caso de los juegos claramente consistentes en talento, tales como el póker u otros juegos de estrategia, ésta superstición o suerte se deja a un lado, dándole importancia a la concentración, al estudio, al talento, a una buena estrategia y más aún –como siempre- a la práctica. El jugador deja de tener buena o mala suerte y pasa a tener una buena o mala formación en el juego, una buena o mala elección de estrategias y una fuerte o débil concentración para llevarlas a cabo en los momentos adecuados. Pero en última instancia, el azar siempre está presente, pues teniendo un pleno dominio de talento, técnica y estrategia, el jugador se encuentra a expensas de no tener un contrincante igual o mejor entrenado y dotado para el juego. Es aquí donde el juego, además, se convierte en un trance de guerras psicológicas, de batallas ensimismadas de autocontrol y talento para despistar o engañar las ávidas mentes rivales… Adrenalina pura.
Todos jugamos en mayor o menor medida. Todos tratamos ocasionalmente de adivinar lo que el azar nos depara, domésticamente, por ejemplo, desde un programa de concursos en la tele, hasta profesionalmente, los tahúres en los casinos y apuestas.
Es por ésta misma inclinación de la gente hacia las apuestas cotidianas, que la industria de los juegos de azar ha evolucionado tanto, modificándose de acuerdo a los tiempos y las costumbres sociales, pero siempre haciéndose más fuerte y cada vez más al alcance de la mano de cualquier persona. Porque a fin de cuentas, el azar siempre nos rodea, y las múltiples opciones de la vida nos van guiñando el ojo, hasta que escogemos alguna en particular. Las tomas y omisiones de decisión son la actividad humana por excelencia en nuestros días… la vida es por tanto, una apuesta constante.
Antes las salas de juegos eran lejanas, digamos exclusivas de ciertas clases sociales, y por lo tanto escasas y costosas. Llegaron a ser varias veces, y de distinta manera durante la historia, un ícono de presencia social y un estandarte de niveles socioeconómicos y estilos de vida excluyentes a veces, pero hoy, gracias a los casinos y apuestas online, casi cualquier persona puede tener acceso a un gran casino desde la comodidad de su casa.
También los establecimientos de juego tradicionales se han multiplicado cambiando su personalidad y haciéndose mucho más accesibles al público en general, despolarizándose del entretenimiento para las clases bajas -como algunos lo consideraban-, y del extravagante lujo para los ricos -como otros lo afirmaban. De hecho, hoy en día el modelo de hotel-casino, como los de las vegas, también ofrece entretenimientos a familias de clase media.
Pero como era de esperarse, una industria tan grande, que ha sido capaz de mover semejantes cantidades de millones en tantos países alrededor del mundo, ha sido objeto de infinidad de polémicas, sobre todo por sectores religiosos, morales, y por supuesto, por el evidente efecto de adicción que puede generar a ciertas personas; pero sea vivido como un entretenimiento divertido para los ricos, o una oportunidad de ganar dinero para los pobres, el juego siempre ha sido un campo magnético para la gente ávida de emociones, y dicho campo sólo se ha venido modificando con el tiempo en cuanto a la tecnología y hábitos sociales, pero la fascinación sigue intacta, acariciando el ocio y las ilusiones de los jugadores.
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